jueves, 26 de abril de 2012

EL LEÓN Y EL PAYASO

Gracias Héctor por tu colaboración

De chico siempre me sorprendieron los payasos.

Nunca supe porqué, pero el payaso no es un hombre común…El hombre se transforma en payaso, y nunca vuelve a ser un hombre común. Como pocos creen el payaso es vida, nunca tristeza.

Y aquí va mi historia.

Caminaba lejos del centro de la ciudad, por motivos personales afines a la actividad normal de cualquier humano, y de golpe, en una gran plazoleta, vi una carpa inmensa. ¡Un circo!,  me dije…. ¿porqué no entrar? Tenía  tiempo y  allí fui…

Por dentro la espectacularidad de los circos: ruidos, música, colores, y ese olor particular  que de chico me ilusionaba, me volvieron a la memoria.

Estaba por comenzar la función, pensé -ojala sea un circo, “circo”. No de esos nuevos que rebalsan de gente saltando y bailando, ¡y lo hacen muy bien!, pero que no es un circo-

El circo era esto: magos, equilibristas, animales, domadores, y, por supuesto, lo que todavía me potencia alegría, ¡los payasos!

Todo era como yo lo pensaba. Indudablemente en un día sin clases escolares, porque estaba lleno de chicos, que, a cada cosa que observaban,  aplaudían a rabiar participando de cada minuto de acción.

 De pronto  salieron ellos… ¡los payasos!  El estruendo, producido por los gritos, risas y aplausos, se multiplicó; sus trajes deformes, sus sombreros grandes y por supuesto, su nariz redonda y colorada.

Me sentí bien, miré a mi alrededor, para ver si alguien me observaba, porque, sin darme cuenta, yo también aplaudía; pero no, todos estaban atentos a las piruetas de esos amigos de  cada uno de los niños que estaban allí, y porqué no, míos también.

La alegría era desbordante, a cada salto, seguía una carcajada. De pronto  sonó una trompeta… una luz del escenario enfocó una punta del telón y apareció
un domador con un enorme león joven, que dejo en silencio a todo ese público que no pasaba del metro y treinta del piso.

El león, obviamente amaestrado, subía y bajaba de los pilotes, tal le indicaba su maestro, pero sin dejar de mirar, nervioso, el ruido del público que aplaudía respetuoso, ante la majestuosidad del felino. De pronto uno de los payasos, de nombre igual a todos los payasos: “Firulete”, se acercó a realizar, lo qué, supuestamente, ya estaba largamente ensayado: subir a lomos del león… Un silencio frío corrió por todos los rincones, el buen león, (sin culpa, por supuesto) no soportó la afrenta…sacudió su cabeza y arrojo a Firulete unos cinco metros hacia atrás, y, ya furioso, se preparó para arremeter contra el golpeado payaso.

Inútiles fueron los esfuerzos del domador y sus acompañantes para sostener
a la fiera. El león se acercó rugiendo, cuando, de repente, al unísono, toda esa gente menuda gritó -¡NOO!, ¡A FIRULETE NOOO!-  Fue todo caos. Se corto la luz, quizás en un intento de ocultar el previsible desenlace, pero aún así, e iluminando con sus celulares, todos vieron al león sobre un Firulete inmóvil.

De pronto, una lluvia intensa de gotas lagrimosas, cayó sobre el león. Curiosamente, estas gotas no venían desde arriba,…saltaban por millones desde los pequeños ojos  que sufrían por Firulete. Un total silencio se instaló en la carpa…de golpe se hizo la luz, y ,para sorpresa de todos, se vio al león, con su cabeza apoyada en las piernas del payaso, y este, sentado sobre el suelo, le recitaba unos versos que, según luego me contaron, pertenecieran al poéta Miguel de Unamuno.      

Señor agranda la puerta,

porque no puedo pasar,

la hiciste para los niños,

yo he crecido, a mi pesar.

si no me agrandas la puerta

achícame por favor.

quiero volver a ser niño,

donde vivir es soñar

                                                                                                      Héctor Julián


miércoles, 25 de abril de 2012


 Después veremos que pasa



Alguna palanca hemos tocado descuidadamente en el ejercicio de nuestra ignorante curiosidad. Un interruptor, una llave, un botón, cualquier cosa que ocasionara este desconcierto disonante en que nos movemos. ¿Como se explica que nadie sepa como será su mañana, en tanto recuerda (según capacidad y conveniencia) las cosas del pasado?. ¡Sí!, sí, ya lo sé es una idea peregrina producto de una mente afiebrada. Pero este, el nuestro, es un medio de causa y efecto, y solo la causa nos es apreciable, en tanto que su irrecusable efecto se nos presenta del todo ignoto. ¡Si!, sí, ya lo sé.... Pero hoy día cegado, por vaya a saber que impulsos, usted besa apasionadamente a una dama (¿qué?, ¿es una antigüedad?) en la esquina de su casa. Sí, supongamos que ambos son libres de “exteriorizarse” en público. Este acto poco prudente, por el riesgo de futuro que para usted implica, le presenta una cantidad de posibilidades, únicas o combinadas: Sopapo, noviazgo, nada, casamiento, o, si es afortunado, algo más placentero y no tan arriesgado. ¿Cómo es posible que ecuménicamente se acepte que el tipo desenfrenado del beso en la esquina ignore la exacta consecuencia de su acto?

  ¡Cuidado!, no permita que lo usual le engañe con su maquillaje de absoluto. ¡Usted tiene el derecho de saberlo! ¡Sí¡ sí, ya lo sé, es una idea etc, etc.

Resulta que la física moderna, que está deviniendo en una “cuasi” metafísica, asegura que no debiera haber ningún impedimento para que usted sepa que le ocurrirá, aún antes de dejarse llevar por la atracción de esos hermosos labios femeninos.

                                                  Filemón Solo


miércoles, 18 de abril de 2012

IMAGEN EN EL CRISTAL

                                 
                       Oscura noche, por la calle,

             me retrata una vidriera,

en ella, imagen lastimera,
de un patético detalle

Al ver el rostro reflejado,
queda mi ánimo perplejo,
pues es mi padre, ya viejo,
que me observa asombrado

A poco comprendo ser yo mismo,
que desde lejana dimensión,
me muestro la sinrazón
de mi propio surrealismo

El translúcido material,
ha logrado atrapar mi vida
Con una historia perdida,
y acercándose al final

Sin tener contornos precisos,
ni los perfiles definidos
Pareciera se han perdido,
rebuscando mil paraísos

Diluidos, en el intento,
mis esfuerzos de tantos años
Se hacen notorios los daños,
por “darle la cara al viento”

Y en tantas concesiones,
autorizadas al sistema
Perdido, que fue, mi emblema,
solo porto imprecisiones

Pegando media vuelta,
aterrado, partí del lugar
Y llegado frente a mi hogar,
entré; sin abrir su puerta

Plantado frente al espejo,
temiendo lo que vería,
se mostró su luna vacía
pero solo,.....de mi reflejo



Filemón Solo










lunes, 16 de abril de 2012

¿Y?,¿QUÉ HAGO?


Prescindiendo de cualquier percepción de trascendencia que uno haya traído a este mundo desde otro obligadamente superior (o bien sea esta una habilidad adquirida posteriormente fuera de la plaza comercial de este mundo nuestro), sin ella el punto de miras de la vida queda irremediablemente huérfano de padre, madre, parientes y hasta ocasionales vecinos.

Uno debiera definirse en forma absoluta: o bien cree en algo que no ve, o solo ve lo que cree (ver)

La enunciación del dilema es relativamente sencilla, no tan así su exposición.

 Supongamos que usted es una simpática mosca que se dedica a molestar a esos mastodontes humanos, torpes en sus movimientos y generadores de todo tipo de delicias gastronómicas.

Puede quedar encerrada en la alacena, o ser un alado habitante del basurero municipal, tanto le da. No se cuestiona su presente, para nada su pasado (al que probablemente ni recuerde) y, sin dudas, desconoce que tenga un futuro. Hasta donde sabemos los mastodontes, usted, que es una pequeña mosca, (todas ellas lo son) no anda por ahí sintiendo cosas tales como amor, piedad o envidia. No sabe de carencias, ni ha escuchado en forma alguna nada sobre raros estados llamados felicidad o desdicha. Usted solo “hace” su papel de mosca, y luego, según le toque en suerte, muere aplastada, en boca de un sapo, o simplemente cae al suelo victima del tiempo.

Ahora supongamos que usted es un ser humano, simpático, apático, estático o maniático. Sea como fuere es poseedor de un equipamiento que no traía la mosquita fallecida. No vamos a redundar haciendo mención a la inteligencia, el razonamiento (en algunos casos propio y hasta subjetivo, en otros apenas colectivo) y todo lo demás que tanto nos enorgullece, y pesa.

Como ser evidentemente más evolucionado, tiene usted otras aspiraciones. De hecho el aspirar el hedor del basurero, que todo buen municipio debe tener, no solo no le resulta ya indiferente, sino que ahora eso le hace sentirse muy mal. Usted tiene otras cosas en mente para sí mismo. No podemos negarlo, usted pretende algo de la vida que cuando mosca jamás se le hubiera ocurrido que podría llegar a desear.

Aclarado este actual estado de su ser, pasemos al detalle, somero y poco original, de sus deseos. Estos son: (ante todo, y leitmotiv de su existencia) “la felicidad”, para lo cual es indispensable la riqueza, la buena salud, porqué no una buena estampa caballero, pormenores como el éxito, el poder y la nunca bien ponderada seguridad.

Es justo en este punto donde cae usted en un desacuerdo con el medio que lo rodea, cosa que nunca podría sucederle a la adaptada mosquita. ¡Vamos hombre! de qué pasquín de la vida ha sacado ese menú. La felicidad no existe como resultado de una arbitraría sumatoria, y es por eso que nunca ha visto a ningún congénere que la luzca permanentemente. Si bien es evidente la presencia de la fortuna, esta le exige más tiempo y mala praxis que alegrías a brindarle. No sea ingenuo, no permita que los rostros bronceados, los vehículos lujosos y la compañía de hermosas mujeres le engañen con su apariencia comprada.

En cuanto a la buena salud, de usted salen los pensamientos que pueden, o no, (usualmente es “no”) programarla y mantenerla per sécula seculórum. Por ahí también viene la elección de su dieta alimenticia y emocional.

Sobre el éxito, hay a quienes les es necesario perder para crecer, y ese será su éxito. El triunfo no es igual para todos, porque todos somos...desiguales, a Dios gracias. Entendamos que todo resultado podrá ser exitoso o desastroso, según usted piense de él, solo usted.

 ¡Hay! perdone el olvido caballero, la buena estampa responde al arquetipo cultural que se encuentre en vidriera. Pero para la moda con que hoy nos usan, cuenta usted con excelentes gimnasios, siliconas, afeites, y cirugía plástica, entre otras posibilidades; ninguna de las cuales le podrá brindar inteligencia, comprensión, ubicuidad, y, sobre todo, sabiduría. Sabiduría que, ahora que no es mosca, le vendría de maravilla.

El poder ya lo tiene. El mayor del mundo: el de decidir. Este don podrá ser ejercido provechosamente para “hacer” su vida, pues los demás deberán proceder con la propia; y usted nada tiene que ver con eso.

Su, mí, nuestro problema se origina al trascender el estado de hombre-mosca. Calurosamente me permito felicitarlo por este acto evolutivo, pero es allí mismo donde comenzamos a desear situaciones de las que carecemos; y a penar por las propias.

Los anhelos que sufrimos los pronombres personales son las principales causas de nuestras muchas tribulaciones, pero por favor prescinda de esta particular opinión e intente (como  la mayoría) conseguir todo lo que desea. Eso sí, ni se le ocurra observar que impronta lleva grabada en su alma, porque de hacerlo no tendrá otro remedio que remangarse el hábito, que sí hace al monje, y abocarse a ”ser”, y no a imitar. Deberá desenterrar ese capital, que no es de curso legal, y mediante grandes esfuerzos retirar todo el fárrago con que lo ha cubierto su descuido. ¡No!, no, mejor siga la corriente y logre lo que pueda, pero no olvide que para el final del camino necesitará contar con un buen acopio de...resignación.   

 ¿Qué dijo?, ¡Seguridad! Bien, esa seguridad de la que usted habla, quedó dentro del edén cuando sus ocupantes debieron salir apresuradamente, solo con las hojas que llevaban puestas. 

                                     Filemón Solo

Ahora bien, yo que publico este añejo artículo rescatado de mi archivo, ¡Qué pitos he estado haciendo todos estos años!
Ambas cosas señor, ambas cosas.









                                                                  

sábado, 14 de abril de 2012

Pensamientos


¡Claro que hay almas gemelas! Lo que difiere son las personalidades

 
Mucho de lo bueno, mata. Poco de lo malo... vacuna

                                      Filemón Solo

lunes, 2 de abril de 2012


02 de abril de 2012

¡DÍA DE RECONOCIMIENTOS, INDIGNACIÓN Y TRISTEZA!

Por supuesto que, a este momento, ya llevo escuchados todo tipo de comentarios sobre la lamentable guerra de Malvinas. Son tiempos propicios para que el periodismo se extienda, como nunca antes, sobre anécdotas, estampas, historias y todo lo que le caiga en mano referido a ese acontecimiento. La política de hoy así lo posibilita, mañana podrá ser otra cosa; tal y como ya antes lo fue.

Estos Blogs nada tienen que hacer a los hechos históricos, no es su temática habitual, pero sentí una urgente necesidad de hablar en mi carácter de argentino y contemporáneo de estos eventos.

Si bien siempre descreí de las guerras, mi posición perdió solidez luego de la lectura del Bhagavad Gita. Y de esto van, ya no sé cuantos de estos, nuestros años.

¡Es tan complicada la idiosincrasia humana, qué en determinadas situaciones pareciera que la violencia, que de ella forma parte, debiera expresarse en actos de barbarie, cumplir su ciclo de experiencia, y así sublimarse en una forma superior del sentimiento!

No lo sé. En realidad me desespera mi incapacidad de obtener certeza sobre lo “conveniente”, o no, de la mayoría de los métodos del accionar humano, y sus resultados.

Hoy siento que debo rendir demorado tributo a las incontables acciones de valor, camaradería y sacrificio protagonizadas por los difundidos, pero aún más a los anónimos, héroes de Las Malvinas.

Aún en vida, o ya muertos, lograron en medio de situaciones extremas, extraer lo mejor de sí mismos, en un sublime acto de valor y entrega.



Hoy, una vez más, me indigna que una “pro forma” preparada con malicia por un ser que canjeó su alma por la extensión de unos pocos años más de poder; con la concreta colaboración de grandes –qué no importantes- “compinches” de otras fronteras, fuera incumplida, y tendida trampa de engaño en la que cayeran autóctonos necios incapaces, así como errados capaces, que, para hace treinta años, dirigieran los destinos de nuestro amado sitio en este mundo.

Me indigna la soledad, en que el “divorcio” con los poderosos, nos sumergiera. La traición de los vecinos, la fingida ecuanimidad, el incumplimiento de compromisos previamente establecidos, y la ausencia de los que creyéramos amigos –porque hermanos, hermanos somos todos-.

Me indigna nuestra falta de AUTÉNTICO reconocimiento a países como El Perú, que por ese acto (no diré cual) de ABSOLUTA ENTREGA DESINTERESADA –entiéndase que hablamos de una guerra “previamente” perdida- merece el mejor destino imaginable.

Me indigna la soberbia de ambas partes, las ¿injusticias?, la flagrante estupidez, y el desconocimiento de cuál debe ser el comportamiento HUMANO.

Pero, y sobre todo, me indigna: el dolor, el odio, el temor, y los sufrimientos allí experimentados. Todos estos sentimientos se han lanzado como sombras a la conciencia colectiva de la raza. Su sordidez y pesadumbre estará cargando sobre nuestra evolución, hasta que, una vez más, algunos decidan hacerse sacrificar en la cruz de la inocencia.

                                 Filemón Solo