Y así seguimos, los dorsales (a los padecimientos me
refiero) se deben a una inveterada e incorrecta postura.
¡La espalda derecha!, siempre observaba mi viejo, cosa
que efectivamente he tratado de mantener durante estos noimportacuantos. Claro
que siempre que pienso en ello, pues el resto del tiempo me encuentro
desobedeciendo esta, su expresa orden, inclinado ante todos esos elementos mal
diseñados que atentan contra la salud de nuestra columna vertebral.
Dejemos de lado ciertas posturas que uno debe adoptar en
el cuarto de baño justo antes de apretar el ya generalizado botón. Pero
inmediatamente después debe “descender” hasta la altura del bidet, e
“indeclinablemente”, inclinarse ante el lavabo en buen cumplimiento de las
normas de higiene. Las toallas jamás están al nivel de las manos, y así
seguimos. Pero ¿y el sencillo, cuanto necesario, acto de cepillarse los
dientes? De nuevo desobedeciendo al viejo.
Cualquiera, de muy escasa estatura, diría que la he
emprendido contra los sanitarios, pero no es así. Fíjese usted lo que ocurre
con el clásico horno de la cocina. ¿La bacha (pileta)?, ¿quien pude fregar las cacerolas
con la espalda recta? ¿Y la tabla de planchar?, ese artefacto concebido solo
para esas siete personas fabulosas que guardaron de Blanca Nieves. Ya que esta
última, pobrecita, padeció de todo esto, y mucho más, en el comienzo de la moda
para enanos.
Intente usted tomar una reconfortante sopa sin doblar su
espalda, para no hablar de unos buenos spaghetti al fileto, un flancito de
postre o el acostumbrado cafecito. ¡Ah!, luego viene levantar y limpiar la
mesa. Misma cosa.
El lavarropas, aún teniendo la tapa en la parte superior,
sus controles van insertos en el frente de la máquina. Máquina bajita, claro.
¿Lavar o barrer el piso en posición erecta? No existe
Homo Sapiens que logre hacerlo, diga lo que diga la Evolución de las
Especies.
Nadie entra, o sale, parado de su automóvil. Ni hablemos
de revisar el aceite o el agua del motor, o del desiderátum de cambiar un
neumático.
Tender la cama puede ser realmente doloroso, pero el
cambio de sábanas, bueno eso es algo único.
Ya dejemos todo este vertebral asunto, Me voy a distender
un rato trabajando en la huerta, que, como suele suceder, está sobre el
mismísimo suelo.
Filemón Solo
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