sábado, 31 de marzo de 2012

NO SÉ, PERO, ¡DE ACÁ NO SOMOS!


La observación del prójimo otorga una cierta tranquilidad. Solo la suficiente como para mantener ese estado de semi-cordura al que llamamos “normalidad”.
No obstante se hace evidente que tanto los semejantes, como uno mismo, somos todos extranjeros en esta “parte” del planeta.
Importados, de vaya a saber uno donde, nos paseamos por su superficie con una serenidad solo digna de un auténtico autóctono.
¡Pero no existe ser alguno al que pueda tildarse de “vernáculo”¡ Ergo: lo que evidenciamos con este proceder, es una absoluta falta de comprensión sobre nuestra…,llamémosla, “función terrícola”.
Solo los cuerpos, tal como los conocemos –y en cualquiera de sus estados físicos-, pudieran –si pudieran- afirmar, y en verdad, que pertenecen al mundo. ¡Y qué en él se han de quedar! Se transformarán, modificarán, ¡alimentarán a otros cuerpos necesitados de sustento! Empero, lo seguro, es que de este aquí, no han de salir.
No creo sean necesarios mayores conocimientos que aquellos elementalmente cotidianos, para notar que los restos mortuorios de Don Roberto, nuestro extinto vecino, no piensan, sienten, concientizan, ni cumplen con ninguna de las “funciones terrícolas” que fueran características de Don Roberto. Dios lo tenga en su gloria

¿Cómo qué Dios lo tenga en su gloria?...Entonces resulta que sí sabemos que Don Roberto ya no está (?).

Bueno, aceptamos que el vecino ya no está, pero, ¿hacia donde se ha dirigido este buen hombre? ¿Cómo es que ya no está si, aunque no le escuchemos, podemos verlo, tocarlo (con mucha aprehensión), olerlo (tras cada momento desde mayor distancia) y, si alguien fuera gustoso, hasta: ¡degustarlo!
Porqué “eso”, que quedó, es aquello donde estuvo el finado (del latín: “finítus”, que tiene fin). Solo eso.
Justo es aceptarlo: Don Roberto partió. Y lo hizo dejando aquí mismo su “finítus”
Ahora bien, este señor que partió, tuvo, en su momento, su momento de “venir”. Todavía no era “Don”, pero Robertito nació, y obviamente, nació vivo. Vino al mundo, se dijo, y, si vino, es porque no estaba. Tal, y como, que si partió, es porque dejó de estar.

Conclusión: Ni el querido Don Roberto, ni ninguno de los seres vivos, somos de este mundo.

 De esto se sigue que…

                                                           Filemón Solo