lunes, 16 de abril de 2012

¿Y?,¿QUÉ HAGO?


Prescindiendo de cualquier percepción de trascendencia que uno haya traído a este mundo desde otro obligadamente superior (o bien sea esta una habilidad adquirida posteriormente fuera de la plaza comercial de este mundo nuestro), sin ella el punto de miras de la vida queda irremediablemente huérfano de padre, madre, parientes y hasta ocasionales vecinos.

Uno debiera definirse en forma absoluta: o bien cree en algo que no ve, o solo ve lo que cree (ver)

La enunciación del dilema es relativamente sencilla, no tan así su exposición.

 Supongamos que usted es una simpática mosca que se dedica a molestar a esos mastodontes humanos, torpes en sus movimientos y generadores de todo tipo de delicias gastronómicas.

Puede quedar encerrada en la alacena, o ser un alado habitante del basurero municipal, tanto le da. No se cuestiona su presente, para nada su pasado (al que probablemente ni recuerde) y, sin dudas, desconoce que tenga un futuro. Hasta donde sabemos los mastodontes, usted, que es una pequeña mosca, (todas ellas lo son) no anda por ahí sintiendo cosas tales como amor, piedad o envidia. No sabe de carencias, ni ha escuchado en forma alguna nada sobre raros estados llamados felicidad o desdicha. Usted solo “hace” su papel de mosca, y luego, según le toque en suerte, muere aplastada, en boca de un sapo, o simplemente cae al suelo victima del tiempo.

Ahora supongamos que usted es un ser humano, simpático, apático, estático o maniático. Sea como fuere es poseedor de un equipamiento que no traía la mosquita fallecida. No vamos a redundar haciendo mención a la inteligencia, el razonamiento (en algunos casos propio y hasta subjetivo, en otros apenas colectivo) y todo lo demás que tanto nos enorgullece, y pesa.

Como ser evidentemente más evolucionado, tiene usted otras aspiraciones. De hecho el aspirar el hedor del basurero, que todo buen municipio debe tener, no solo no le resulta ya indiferente, sino que ahora eso le hace sentirse muy mal. Usted tiene otras cosas en mente para sí mismo. No podemos negarlo, usted pretende algo de la vida que cuando mosca jamás se le hubiera ocurrido que podría llegar a desear.

Aclarado este actual estado de su ser, pasemos al detalle, somero y poco original, de sus deseos. Estos son: (ante todo, y leitmotiv de su existencia) “la felicidad”, para lo cual es indispensable la riqueza, la buena salud, porqué no una buena estampa caballero, pormenores como el éxito, el poder y la nunca bien ponderada seguridad.

Es justo en este punto donde cae usted en un desacuerdo con el medio que lo rodea, cosa que nunca podría sucederle a la adaptada mosquita. ¡Vamos hombre! de qué pasquín de la vida ha sacado ese menú. La felicidad no existe como resultado de una arbitraría sumatoria, y es por eso que nunca ha visto a ningún congénere que la luzca permanentemente. Si bien es evidente la presencia de la fortuna, esta le exige más tiempo y mala praxis que alegrías a brindarle. No sea ingenuo, no permita que los rostros bronceados, los vehículos lujosos y la compañía de hermosas mujeres le engañen con su apariencia comprada.

En cuanto a la buena salud, de usted salen los pensamientos que pueden, o no, (usualmente es “no”) programarla y mantenerla per sécula seculórum. Por ahí también viene la elección de su dieta alimenticia y emocional.

Sobre el éxito, hay a quienes les es necesario perder para crecer, y ese será su éxito. El triunfo no es igual para todos, porque todos somos...desiguales, a Dios gracias. Entendamos que todo resultado podrá ser exitoso o desastroso, según usted piense de él, solo usted.

 ¡Hay! perdone el olvido caballero, la buena estampa responde al arquetipo cultural que se encuentre en vidriera. Pero para la moda con que hoy nos usan, cuenta usted con excelentes gimnasios, siliconas, afeites, y cirugía plástica, entre otras posibilidades; ninguna de las cuales le podrá brindar inteligencia, comprensión, ubicuidad, y, sobre todo, sabiduría. Sabiduría que, ahora que no es mosca, le vendría de maravilla.

El poder ya lo tiene. El mayor del mundo: el de decidir. Este don podrá ser ejercido provechosamente para “hacer” su vida, pues los demás deberán proceder con la propia; y usted nada tiene que ver con eso.

Su, mí, nuestro problema se origina al trascender el estado de hombre-mosca. Calurosamente me permito felicitarlo por este acto evolutivo, pero es allí mismo donde comenzamos a desear situaciones de las que carecemos; y a penar por las propias.

Los anhelos que sufrimos los pronombres personales son las principales causas de nuestras muchas tribulaciones, pero por favor prescinda de esta particular opinión e intente (como  la mayoría) conseguir todo lo que desea. Eso sí, ni se le ocurra observar que impronta lleva grabada en su alma, porque de hacerlo no tendrá otro remedio que remangarse el hábito, que sí hace al monje, y abocarse a ”ser”, y no a imitar. Deberá desenterrar ese capital, que no es de curso legal, y mediante grandes esfuerzos retirar todo el fárrago con que lo ha cubierto su descuido. ¡No!, no, mejor siga la corriente y logre lo que pueda, pero no olvide que para el final del camino necesitará contar con un buen acopio de...resignación.   

 ¿Qué dijo?, ¡Seguridad! Bien, esa seguridad de la que usted habla, quedó dentro del edén cuando sus ocupantes debieron salir apresuradamente, solo con las hojas que llevaban puestas. 

                                     Filemón Solo

Ahora bien, yo que publico este añejo artículo rescatado de mi archivo, ¡Qué pitos he estado haciendo todos estos años!
Ambas cosas señor, ambas cosas.