Prescindiendo de cualquier percepción de trascendencia
que uno haya traído a este mundo desde otro obligadamente superior (o bien sea
esta una habilidad adquirida posteriormente fuera de la plaza comercial de este
mundo nuestro), sin ella el punto de miras de la vida queda irremediablemente
huérfano de padre, madre, parientes y hasta ocasionales vecinos.
Uno debiera definirse en forma absoluta: o bien cree en
algo que no ve, o solo ve lo que cree (ver)
La enunciación del dilema es relativamente sencilla, no
tan así su exposición.
Puede quedar encerrada en la alacena, o ser un alado
habitante del basurero municipal, tanto le da. No se cuestiona su presente,
para nada su pasado (al que probablemente ni recuerde) y, sin dudas, desconoce
que tenga un futuro. Hasta donde sabemos los mastodontes, usted, que es una
pequeña mosca, (todas ellas lo son) no anda por ahí sintiendo cosas tales como
amor, piedad o envidia. No sabe de carencias, ni ha escuchado en forma alguna
nada sobre raros estados llamados felicidad o desdicha. Usted solo “hace” su
papel de mosca, y luego, según le toque en suerte, muere aplastada, en boca de
un sapo, o simplemente cae al suelo victima del tiempo.
Ahora supongamos que usted es un ser humano, simpático,
apático, estático o maniático. Sea como fuere es poseedor de un equipamiento
que no traía la mosquita fallecida. No vamos a redundar haciendo mención a la
inteligencia, el razonamiento (en algunos casos propio y hasta subjetivo, en
otros apenas colectivo) y todo lo demás que tanto nos enorgullece, y pesa.
Como ser evidentemente más evolucionado, tiene usted
otras aspiraciones. De hecho el aspirar el hedor del basurero, que todo buen
municipio debe tener, no solo no le resulta ya indiferente, sino que ahora eso
le hace sentirse muy mal. Usted tiene otras cosas en mente para sí mismo. No
podemos negarlo, usted pretende algo de la vida que cuando mosca jamás se le
hubiera ocurrido que podría llegar a desear.
Aclarado este actual estado de su ser, pasemos al
detalle, somero y poco original, de sus deseos. Estos son: (ante todo, y
leitmotiv de su existencia) “la felicidad”, para lo cual es indispensable la
riqueza, la buena salud, porqué no una buena estampa caballero, pormenores como
el éxito, el poder y la nunca bien ponderada seguridad.
Es justo en este punto donde cae usted en un desacuerdo
con el medio que lo rodea, cosa que nunca podría sucederle a la adaptada
mosquita. ¡Vamos hombre! de qué pasquín de la vida ha sacado ese menú. La
felicidad no existe como resultado de una arbitraría sumatoria, y es por eso
que nunca ha visto a ningún congénere que la luzca permanentemente. Si bien es
evidente la presencia de la fortuna, esta le exige más tiempo y mala praxis que
alegrías a brindarle. No sea ingenuo, no permita que los rostros bronceados,
los vehículos lujosos y la compañía de hermosas mujeres le engañen con su
apariencia comprada.
En cuanto a la buena salud, de usted salen los
pensamientos que pueden, o no, (usualmente es “no”) programarla y mantenerla
per sécula seculórum. Por ahí también viene la elección de su dieta alimenticia
y emocional.
Sobre el éxito, hay a quienes les es necesario perder
para crecer, y ese será su éxito. El triunfo no es igual para todos, porque
todos somos...desiguales, a Dios gracias. Entendamos que todo resultado podrá
ser exitoso o desastroso, según usted piense de él, solo usted.
¡Hay! perdone el
olvido caballero, la buena estampa responde al arquetipo cultural que se
encuentre en vidriera. Pero para la moda con que hoy nos usan, cuenta usted con
excelentes gimnasios, siliconas, afeites, y cirugía plástica, entre otras
posibilidades; ninguna de las cuales le podrá brindar inteligencia,
comprensión, ubicuidad, y, sobre todo, sabiduría. Sabiduría que, ahora que no
es mosca, le vendría de maravilla.
El poder ya lo tiene. El mayor del mundo: el de decidir.
Este don podrá ser ejercido provechosamente para “hacer” su vida, pues los
demás deberán proceder con la propia; y usted nada tiene que ver con eso.
Su, mí, nuestro problema se origina al trascender el
estado de hombre-mosca. Calurosamente me permito felicitarlo por este acto
evolutivo, pero es allí mismo donde comenzamos a desear situaciones de las que
carecemos; y a penar por las propias.
Los anhelos que sufrimos los pronombres personales son
las principales causas de nuestras muchas tribulaciones, pero por favor
prescinda de esta particular opinión e intente (como la mayoría) conseguir todo lo que desea. Eso
sí, ni se le ocurra observar que impronta lleva grabada en su alma, porque de hacerlo
no tendrá otro remedio que remangarse el hábito, que sí hace al monje, y
abocarse a ”ser”, y no a imitar. Deberá desenterrar ese capital, que no es de
curso legal, y mediante grandes esfuerzos retirar todo el fárrago con que lo ha
cubierto su descuido. ¡No!, no, mejor siga la corriente y logre lo que pueda,
pero no olvide que para el final del camino necesitará contar con un buen
acopio de...resignación.
Filemón
Solo
Ahora bien, yo que publico este añejo artículo rescatado de mi
archivo, ¡Qué pitos he estado haciendo todos estos años!
Ambas cosas señor,
ambas cosas.