miércoles, 25 de abril de 2012


 Después veremos que pasa



Alguna palanca hemos tocado descuidadamente en el ejercicio de nuestra ignorante curiosidad. Un interruptor, una llave, un botón, cualquier cosa que ocasionara este desconcierto disonante en que nos movemos. ¿Como se explica que nadie sepa como será su mañana, en tanto recuerda (según capacidad y conveniencia) las cosas del pasado?. ¡Sí!, sí, ya lo sé es una idea peregrina producto de una mente afiebrada. Pero este, el nuestro, es un medio de causa y efecto, y solo la causa nos es apreciable, en tanto que su irrecusable efecto se nos presenta del todo ignoto. ¡Si!, sí, ya lo sé.... Pero hoy día cegado, por vaya a saber que impulsos, usted besa apasionadamente a una dama (¿qué?, ¿es una antigüedad?) en la esquina de su casa. Sí, supongamos que ambos son libres de “exteriorizarse” en público. Este acto poco prudente, por el riesgo de futuro que para usted implica, le presenta una cantidad de posibilidades, únicas o combinadas: Sopapo, noviazgo, nada, casamiento, o, si es afortunado, algo más placentero y no tan arriesgado. ¿Cómo es posible que ecuménicamente se acepte que el tipo desenfrenado del beso en la esquina ignore la exacta consecuencia de su acto?

  ¡Cuidado!, no permita que lo usual le engañe con su maquillaje de absoluto. ¡Usted tiene el derecho de saberlo! ¡Sí¡ sí, ya lo sé, es una idea etc, etc.

Resulta que la física moderna, que está deviniendo en una “cuasi” metafísica, asegura que no debiera haber ningún impedimento para que usted sepa que le ocurrirá, aún antes de dejarse llevar por la atracción de esos hermosos labios femeninos.

                                                  Filemón Solo