Después
veremos que pasa
Alguna palanca hemos tocado
descuidadamente en el ejercicio de nuestra ignorante curiosidad. Un
interruptor, una llave, un botón, cualquier cosa que ocasionara este desconcierto
disonante en que nos movemos. ¿Como se explica que nadie sepa como será su
mañana, en tanto recuerda (según capacidad y conveniencia) las cosas del
pasado?. ¡Sí!, sí, ya lo sé es una idea peregrina producto de una mente
afiebrada. Pero este, el nuestro, es un medio de causa y efecto, y solo la
causa nos es apreciable, en tanto que su irrecusable efecto se nos presenta del
todo ignoto. ¡Si!, sí, ya lo sé.... Pero hoy día cegado, por vaya a saber que
impulsos, usted besa apasionadamente a una dama (¿qué?, ¿es una antigüedad?) en
la esquina de su casa. Sí, supongamos que ambos son libres de “exteriorizarse”
en público. Este acto poco prudente, por el riesgo de futuro que para usted
implica, le presenta una cantidad de posibilidades, únicas o combinadas: Sopapo,
noviazgo, nada, casamiento, o, si es afortunado, algo más placentero y no tan
arriesgado. ¿Cómo es posible que ecuménicamente se acepte que el tipo
desenfrenado del beso en la esquina ignore la exacta consecuencia de su acto?
¡Cuidado!, no permita que lo usual le engañe con su maquillaje de
absoluto. ¡Usted tiene el derecho de saberlo! ¡Sí¡ sí, ya lo sé, es una idea
etc, etc.
Resulta
que la física moderna, que está deviniendo en una “cuasi” metafísica, asegura
que no debiera haber ningún impedimento para que usted sepa que le ocurrirá,
aún antes de dejarse llevar por la atracción de esos hermosos labios femeninos.
Filemón Solo