domingo, 5 de agosto de 2012

CONFUSIÓN


No hay donde volver. El sitio ya no existe, como todo sueño se esfumó al abandonarlo. Lo dejé sin mirar atrás y me fui alejando paulatinamente, paso a paso. En comienzos intentaba retornar a las viejas brumas con la esperanza de reingresar al engaño que las construyera, hace ya tantos y tantos años de ceguera.

No es que haya aprendido mucho, ni siquiera lo necesario indispensable para desoír a la nostalgia que la perdida ilusión me regurgita de tanto en siempre. Solo una gota, esa que entrega el alambique del vivir en la experiencia; y luego de un costosísimo proceso de destilación de elementos espurios. Muy poco, es cierto; magro en volumen, pero conteniendo un auténtico resultado: conclusiones, y lo que se concluye está pues,”concluido”.

Y la soledad, que no existe como falencia de persona o cosa, es el único estado de pureza del sentimiento. Verdad que ese sentimiento debió ser esterilizado, pues contuvo los gérmenes nacidos en engañosos recuerdos de irrealidades acontecidas en la ficción de aquello que creímos más o menos cierto. Tiempos donde despilfarrábamos nuestra fe como si fuera la verdadera. Inversiones de esperanza disparada hacia casi cualquier cosa parecida al afecto que se nos cruzara en el camino.

¿Dije afecto?, sí eso dije. El pedido de disculpas viene acompañado de un escueto relato de los usos de una época donde “la frase” no se pronunciaba así como así. El “te amo” se escondía tímidamente detrás de un incorrecto “te quiero”; término que solo alude a una mera posesión. Tuvimos que aprender a expresar con su nombre el sentimiento que la almidonada generación anterior (anterior a la nuestra, quede claro) omitiera en su enseñanza, y no por intención de silenciarlo, sino por la misma causa: nunca nadie en su educación le diera semántica aplicación. El afortunado que, portando más de cinco décadas contara con destinatario, recién aquí se aventuró a lanzar su primer “te amo”.   

Cualquiera sea el nombre que le damos, casi todos conocemos algo acerca del amor, el problema radica en su práctica y conservación. Ahí es donde se esconde el porqué de tantos intentos caídos en fracaso. Siendo solo parte de aquello que realmente somos, esperamos que otro ser nos provea del sector faltante: “eso que nos complemente”, obviando que la plenitud debe ser patrimonio personal, para luego ejercitarla en la pareja. El amor que llena un vacío, más que amor es una prótesis.

                                                                 

Sí, no hay donde volver, la inocencia, tan cercana a la estupidez, se deja atrás en un para-siempre cuyo trayecto nos sitúa exactamente donde estamos: tratando de comprender el porqué debemos alejarnos nuevamente de la presente alucinación, o, en su defecto, no comprendiendo nada.

Licuado de cariño, bronca, una pizca de mentira y resignación a gusto.



Claro que hay almas gemelas, lo que difiere son las personalidades.





                                              Filemón Solo