“Todo cambia, todo cambia”, repitió el poeta,
seguramente observando que nada en la vida permanece constante.
Si en aquellos momentos hubiera caído a la mano algo
como este poema, tal vez pudo ayudar a comprender que la soledad, realmente, es
solo una expresión de la propia ausencia. De cualquier manera hubiera
significado una compañía.
De este mundo, la
soledad,
es verse obligado a
callar
Sin alguien a quien
volcar,
los pareceres de tu
verdad
Sin oído que vaya al
alma,
o un ojo que al ojo
mire
Otro corazón que
delire,
perdida por ello su
calma
Es encontrarse
encerrado,
sabiendo las llaves
perdidas,
y viendo que no hay
salida,
sorprenderse
acostumbrado
Es no alegrarse al
partir,
cuando termina el
trabajo
Es notar que no hay
atajo,
hacia un venturoso
porvenir
Es ver que el hoy,
que transcurre,
por el mañana será
copiado.
que aquello tan
anhelado,
entre presentes se
escurre
Es una ventana sin
paisaje
Una entrega no
entregada,
es una meta
postergada,
hasta el próximo
viaje
Son esos amores
perdidos
con sentimientos no
olvidados
Son recuerdos, ya
gastados,
porque el uso es
desmedido
Es aquel beso que no
está,
donde debiera, cada
día
Ya no tener esa
alegría,
ni a esa boca que lo
da
Es darse vuelta en la
cama,
buscando al ser -y
ser- amado,
y encontrar el cuerpo
helado,
de la ausencia de
mañana
Es observar que no
hay nada
con lo que volver a
empezar
Se puede el alma
escaldar,
por una vida
estrujada
Es notar que el sol
de ocaso,
ya no es sol de
mediodía
Y lo que fuera
melodía,
desafina en el
fracaso
Y que aquello
imaginado,
como plenitud de edad
madura
Se convierte hoy en
tortura,
solo, por no haberlo
logrado
Es no tener lo que
entregar,
viendo que otro
necesita
Es pasearse en
calesita,
aunque sin sortija
que sacar
Es el sentirse
apremiado,
en prodigar un
sentimiento
Equivocarse, en el
momento,
y con el ser, al que
le es dado
Es, anhelante de
compañía,
tomar algún alma de
paso,
y al rodearla en un
abrazo,
descubrir las manos
vacías
Es la añoranza de un
lugar,
donde alguien nos
aguarde
Con el bendito fuego
que arde,
Y que es el calor del
hogar
Es volcarse en un
poema,
sobre la mesa de
algún bar
Y es cada día el
madrugar
Porqué la cama es
ajena
Filemón Solo.