sábado, 4 de abril de 2015

HISTORIA PERDIDA

Se dice que cada cual es el único capaz de realizar un cambio en sí mismo. Modificarse en su trato, en su pensamiento, en sus aspiraciones. Se dice esto, incluso a nivel terapéutico, pero yo, sin soberbia alguna, no lo creo cierto.
Cambia el hombre al perder la inocencia, al enamorarse, al conocer el dolor de una traición, el sufrimiento de la enfermedad, el espanto de guerra, y la tramoya política.
Cambia también, por qué no, ante el insalvable constante cambio de su ser amado; compañera o compañero de vida, en una ya patológica mutabilidad. Cambia al observar la coherencia ya irremediablemente perdida. Cambia ante la soledad de una obligada partida, y eterno silencio que vendrá sobre una historia que ya no es compartida. ¡Claro que cambia!

Has tenido todo de una vida
Te he dado la obra y el escombro,
brazo, corazón, y siempre el hombro,
si acaso la senda era en subida

Te he dado la confianza y los celos,
la entrega, el egoísmo y la tristeza
lo afable de mi ser y la aspereza,
la pasión con la llave de los cielos

El temor, la piedad y los anhelos,
lo imposible fabricado en fantasía,
el sudor laborioso en cada día,
la trasnoche endulzada en caramelos

El apoyo en los momentos de dolor,
la soledad poblando cada ausencia,
los resultados burlando la insistencia,
la presencia constante del amor

No te dado la absoluta comprensión,
ni el ignoto camino a la verdad,
la entrega a tu cambiante voluntad,
ni me he postrado a tus pies en rendición

No te he dado otra cosa que mis días,
alfombrados por las flores o las rocas
Las preces sin duda fueron pocas,
más te dado todo aquello que tenía

Hoy te llevas mi parte de memoria
Agotada la luz que nos unía,
a un futuro de ausente compañía
se asoma mi presente, sin historia  

                   Filemón Solo